Gonzalo Tobella, Capitán 1958
Valentina Espinoza, Capitana 2024
Todo en aquel tiempo, en el refugio del Maule, tenía símbolos que por largos años marcaron la pauta con señales muy exclusivas. El Padre Polain, con esa característica de soñador y trovador que lo distinguía, se encargó ritualmente, de acuerdo a la tradición, colocar la cualidad o "tótem" a los lugares del rincón maulino.
Su extraordinario lenguaje era capaz, incluso, de revertir la realidad.
Ese encanto por dar vida propia y permanente a las cosas más sencillas permitió acumular una buena cuota de mito y sabor.
Recuerdo, con mucha nostalgia, la pequeña bandera scout con un largo mástil de coligüe colocada como estandarte a la entrada de la cabaña. Permanecía flameando con el viento suave que soplaba del sureste.
Podría enumerar una cantidad importante de aquellas "investiduras", pero ¿qué llevó al padre hacerlo?
Es una pregunta que muchos nos hicimos en aquellos años. Con los abriles, la historia maulina se convirtió en un mito y alcanzó estatus de leyenda.
Seguramente su potente imaginación y el colocar todo en el juego scout llevó con su alegría a construir un mundo idealista.
Con el tiempo, quizás, pude entender muchos de sus signos tan particulares. Cada cosa en su sitial. Todo en armonía.
La prolífera y sutil fantasía permitió dar vida a su entorno que él mismo se encargó con gracia de engalanar.
En mi caso, por haber sido capitán del colegio el año 1976, me llevó a comprender que la figura que él proponía, en el Consejo de Profesores, no era otra que situarlo en el relato que sugería. En la proposición de instalarlo en el cuento que se encargó unilateralmente de contar. No es mera coincidencia escoger el lugar donde se fundó el Notre Dame. Algo mágico, un castillo encantado con gárgolas y piletas de agua. Sótanos recónditos y espacios lúdicos.
La figura del capitán, sacada del retrato sugerente, desde Lieja, apegado a leyendas y fiel a los valores de su escuadra, configuraba una narración muy distinta a los tiempos modernos.
Hoy es elegido democráticamente por los alumnos mayores desde Garzas a Cóndores. Ellos son los que sitúan a sus pares, de acuerdo a sus preferencias, para que los represente como capitán y órgano máximo del Consejo de Alumnos.
Me acuerdo que para los años de gran efervescencia política, durante los inicios de los años setenta, el país se encontraba atrincherado en dos bandos irreconciliables y antagónicos. Se vivían tiempos difíciles.
Polain expresó, en ese entonces, el convencimiento de la elección de un presidente del Centro de Alumnos que debía representar, ante las organizaciones juveniles de la época, la posición firme y clara al rechazo de la Educación Nacional Unificada (ENU).
Dicha oferta, según el padre, ponía fin a la libertad de enseñanza y, por ende, el término del proyecto singular del Colegio Notre Dame.
¿Por qué no hizo figurar al capitán del colegio en los años 1972 y 1973 durante los episodios de conflicto?
¿Por qué hizo que se eligiera un presidente del Centro de Alumnos?
Señalo, ciertamente, que no quería exponer en las asambleas permanentes de los estudiantes secundarios la figura que él le daba al capitán. ¿Quién entendería en esas reuniones al guardián de las leyendas?
Era un juego que nadie comprendía. No hay otra explicación evidente ante esa afirmación.
También como un eximio ajedrecista movía las piezas con sabiduría. Cual escritor de buena pluma colocaba las palabras con sapiencia y precisión. Concebía y relataba toda una novela y proponía la creación de ambientes activos.
¿Qué era eso de establecer ambientes? Cualquier cosa. Una sonrisa. Empezar la mañana cantando. Promover espacios de diálogo y libertad.
Incorporó innumerables gestos y símbolos que representan en la acción la fuerza viva del espíritu Notre Dame. Marcados por la pasión, por la libertad y la voluntad de realizarlos.
Muchos de esos distintivos fueron capturados de su experiencia educativa en Europa, enriquecidos y adaptados a la idiosincrasia de los jóvenes chilenos por grandes educadores, profesores y muchachos que lo acompañaron en su aventura educativa, desde su lejana Bélgica a la Patagonia.
El escudo, bajo el lema "Aquí forjamos nuestras armas", relata la fragua de la espada en el yunque y en la mirada guardiana de la flor de lis cantando, que aquí, nos hacemos del espíritu y las armas para la vida. Símbolo de los orígenes de la metodología de Marchin.
Los gestos y ritos Scout se hacen vivos en el saludo con la mano izquierda, la del corazón, figura de cercanía, hermandad y afecto.
El signo de la promesa, mano levantada, uniendo el pulgar con el meñique, refleja la protección con responsabilidad del mayor al más pequeño. Los tres restantes simbolizan a Dios, la Patria y la Iglesia.
Los singulares báculos de patrullas, verdaderos estandartes de orgullo, de unión y sentido fraterno.
Las papeletas, desde sus inicios, pretendieron que los alumnos supieran lo que sus profesores pensaban de ellos, de su trabajo y de su actitud, con la clara convicción de tener un diálogo transparente y franco entre educador y estudiante.
Es importante, también, que cada uno de ellos sea calificado en relación a lo que puede dar y a lo que en realidad ha dado hasta el momento, es decir, en relación consigo mismo.
La manera adecuada de llamarse por el nombre, Joaquín, Tomás o Andrés señalaban el distintivo de la propiedad particular. Sólida e indisoluble de cada muchacho. Noble y significativo.
Giras por el sur de Chile y campamentos que sellan el compromiso de crecer en la perspectiva y trascendencia de conectarse con el Chile real. Su gente, su cultura y sus necesidades.
El juego alegre, la expresión del grupo de teatro, las danzas, las trovas y una incalculable cantidad de letras hechas canciones han registrado un sello trascendente de un colegio que canta.
Extracto del libro 'El Maule que ruge al pasar..." de Luis Fueyo Ladrón de Guevara, 2013.